La literatura decimonónica española es abanderada de la mayor regeneración en las letras castellanas desde su etapa barroca. El cambio de siglo trajo consigo la llegada de los primeros textos de modernidad a España, produciéndose un estallido de corrientes postrománticas que se alejan de la deriva realista y naturalista imperante. Se adoptan los ademanes de las principales figuras de la poesía europea, y de la mano de los – mal llamados – modernistas, se inicia una lucha en contra del academicismo. Figuran entre ellos: los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno o, el padre de todos ellos, Rubén Darío. Adscritos la mayoría de ellos a la corriente simbolista francesa, sus primeras obras son el caldo de cultivo de un imaginario arquitectónico que pretende alejarse de la vida frenética de las grandes urbes. De ahí que en sus versos aparezcan parques decadentes, laberintos de recuerdos o galerías solitarias donde refugiarse y ahondar en las verdades del alma. Un pensamiento que sobrevuela las mentes de artistas de todos los ámbitos, incluido el pintor granadino José María Rodríguez-Acosta, quien logró plasmar en la construcción de su carmen-estudio algunas de las ensoñaciones más exquisitas escritas en verso. Una atalaya blanca rodeada de jardines de la memoria, que esconden un infierno cavernoso oculto bajo las raíces de la colina. A su vez, los altos cipreses nos elevan para mostrarnos el gran complejo de la Alhambra; reflejo de un conjunto de tradiciones insoslayables presentes en los espacios imaginados por Rodríguez-Acosta. Una arquitectura surgida desde lo más hondo del alma del poeta, que logra reconciliar el clasicismo con la rebeldía modernista.
Nineteenth-century Spanish literature is a standard-bearer of the most significant rejuvenation in Castilian literature since its Baroque period. The turn of the century brought with it the arrival of the first modern texts in Spain, sparking an explosion of post-Romantic movements that departed from the prevailing realism and naturalism. They adopted the gestures of the leading figures in European poetry, and, led by the so-called “modernists,” they began a fight against academicism. Among them were the Machado brothers, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, and the father of them all, Rubén Darío. Most of them adhered to the French symbolist movement, and their early works served as a breeding ground for an architectural imagination that aimed to distance itself from the frenetic life of major cities. Hence, their verses featured decadent parks, labyrinths of memories, or solitary galleries to seek refuge and delve into the truths of the soul. This thought hovered in the minds of artists from all fields, including the Granada painter José María Rodríguez-Acosta, who managed to capture in the construction of his “carmen-estudio” some of the most exquisite daydreams written in verse. A white watchtower surrounded by gardens of memory, hiding a cavernous hell beneath the hill’s roots. At the same time, the tall cypresses lift us to show us the grandeur of the Alhambra complex, reflecting a set of unavoidable traditions present in the spaces imagined by Rodríguez-Acosta. An architecture that emerges from the depths of the poet’s soul, reconciling classicism with modernist rebellion.
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