A lo largo del tiempo, la arquitectura ha sido concebida como un refugio sobre amenazas externas de diferente índole, haciendo de la acción de resguardo una pieza fundamental para la prevalencia de nuestra especie. En Arquitectura de rayos x, Beatriz Colomina relata cómo es que la arquitectura se ha ido apropiando de los medios de representación médicos para adaptarlos a la representación arquitectónica, en voz de explorar el interior del cuerpo como forma de entender su funcionalidad total, ahuyentando el desconocimiento de lo externo e interno, para llegar hasta nuestros días, donde la misma autora denuncia un abuso del cuerpo, no solo con su desnudamiento, sino que esa desnudez ha arrastrado consigo un delicado velo, el de la intimidad, vulnerabilizando el estado físico del cuerpo y, por extensión, de la psique. Hoy el mundo pasa por una crisis en muchos sentidos y en la actual narrativa arquitectónica no queda claro cuáles son las amenazas de las que protegerse, si lo que se protege es lo de afuera o lo de adentro, si las amenazas vienen del otro o son incubadas por el propio cuerpo amenazado que constantemente está en búsqueda de la belleza externa para aprobación, a través de su sobreproducción. ¿Es quizás el exceso de protección el que nos desprotege? En una sociedad de la imagen y el culto al cuerpo, la exigencia y la presión cosmética que ejercen los nuevos medios de comunicación en su representación, han impulsado de manera ascendente el consumo de un aparente bienestar físico como la única pertenencia individual que es enmarcada por la hiper-exposición. Este fenómeno se manifiesta de diversas formas, pero a nivel arquitectónico se materializa enmascarando el vacío. La investigación busca tejer la relación entre la carga estética y representativa de la arquitectura en el siglo XXI, respecto a la actual crisis de salud, señalando los trastornos neurológicos como las principales enfermedades a las que se enfrenta actualmente la sociedad.